Son las 8:30h de la mañana, puntuales los mozos acuden al encierro de los seis toros seis que serán toreados por la tarde en la monumental de Alcorcón. La policia despeja la vía para que no haya obstáculos que puedan frenar a los homo polvorancus; el aire fresco anima a los corredores a iniciar la carrera, la preparación física de algunos tiñe con tonos acéticos el olor ambiental, mas fuertes que el vinagre, están deseosos de empezar la carrera, en cambio los que llegan mas pegados a este encierro piden protección al santo.
Y llegan las 8:45 horas y se oye el chupinazo de salida, la policía abre el cordón policial y se sueltan los toros de la ganadería de torremocha, suenan los cencerros y los polvorancus comienzan a rodar.
El trazado es conocido, pista ancha, el miedo a las reses acelera el pulso y sube ligeramente la velocidad, suficiente para dejar atrás a los cabestros y llevar una conversación fluida.
En algún tramo con pendiente se estira el pelotón, como es costumbre, pero practicamente en grupo se llega al momento plátano celebrado en el lugar de costumbre, en Brunete, se ven los toros a lo lejos, los corredores pueden parar para reponer fuerzas, pero el encierro tiene que ir rápido, no hay tiempo para la foto y parten rumbo ahora hacia Sevilla la Nueva.
De camino, en el primera encina que encuentran, y a salvo de los toros, hacen la parada técnica para aliviar vejigas. Un pobre conejo que a la sombra de la encina descansaba, despavorido tiene que huir al verse orinado a la vez por tres bikers, y lejos, en la distancia y a salvo de las meadas, exclama la típica frase que todo conductor piensa cuando por la mañana descubre que una paloma le ha cagado el coche "joder pues no hay campo para aliviarse!!!!!
En fin, el encierro sigue, los pocos repechos de la ruta se acaban antes de llegar a Sevilla la Nueva, y dejando esta localidad a nuestra izquierda, nos adentramos en el pinar por pista ancha y algo de pendiente favorable a la pedalada, parecía que los toros nos perseguían mas cerca que nunca, en pleno pico de velocidad, el que escribe recibe una cornada leve, cae y se restrega por el albero, a pesar de lo aparatoso de la caída, no es necesaria la intervención de medios sanitarios, por suerte en esta ocasión.
El encierro continua por el puente de hierro hasta Alcorcón, con esa conocida suave subida que pica en el cuadriceps poco entrenado.
Al final fueron 53 km de carrera, trazado pistero típico de este tipo de eventos, un encierro rápido, limpio sin heridas por asta de toro, donde los mozos disfrutaron de la velocidad, y de carreras laterales delante de las reses, mientras tanto, otros veían el encierro desde la barrera aun de reposo estival. Pronto volverán, septiembre está ya cerca.
Nos vemos en la próxima.
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