A pesar de la hora temprana a la que era la cita, ya el sol imponía justicia haciéndose valer en este cuarenta de Mayo del 2017.
Uno a uno fuimos llegando al parking 1 del embalse de la Jarosa, desde donde partía el recorrido de esta semana. Además de Elcuri (de corto), Chelero, Sali, Lreal, Chao y Blogger, esta semana se enfunda la elástica el amigo Julian, que a pesar de haber estado en el dique seco las ultimas semanas ha escogido esta ruta para ponerse al día y sentir en primera persona lo que siente un homo polvorancus.
A boca jarro, con el pulso aún en reposo, encaramos la primera pista, de subida, amplia, con algún tramo asfaltado, firme, de fácil rodadura, la rueda se agarra fuerte para compensar los rigores de la pendiente de subida, la gravedad se hace patente en los cuadriceps peludos de los polvorancus, que entran en calor con relativa facilidad.
El desnivel impone distancias democráticas entre los los bikers que pedalada a pedalada van subiendo los primeros 500 metros de desnivel en apenas 6 kilómetros.
El desnivel impone distancias democráticas entre los los bikers que pedalada a pedalada van subiendo los primeros 500 metros de desnivel en apenas 6 kilómetros.
Tras este esfuerzo inicial, del que solo se libra Chao, pues usa mas la cabeza que los piñones y pone a su servicio la electricidad de la brinco, que le hace la vida mas fácil; tomamos la pista que lleva al collado de la Mina, nos desviamos antes de llegar al Collado, abrimos la cancela que separa el bien del mal, y tomamos la bajada, justa y merecida tras el esfuerzo descomunal. Dudamos en la primera parte, pues por intuición nos dejamos caer en brazos de un sendero que no correspondía, pero tras rectificar tomamos el buen camino.
Estrecho, sin apenas curvas, bajaba vertical, como si fuera una chorrera de agua en otros tiempos, y que en estas fechas sin agua, deja ver las piedras del fondo, de todos los tamaños y formas, y algunas raíces a los lados para darle un toque mas melancólico al paisaje: en fila, como una manada de lobos avanzamos por la sombra fresca que nos brinda tan bello paraje. A pesar de que el cuerpo pide velocidad, la precaución manda, la ruta estaba calificada como moderada por la falsa modestia de su autor, no es la primera vez que nos sucede, en ocasiones la humildad del wikiloco nos lleva a confusiones, y nos encontramos que se presentan mas dificultades técnicas de las esperadas.
En una de esas bajadas picadas, ya en el camino del Ingeniero, el que escribe sufre la rotura de la pieza que une la tija y el sillín, y estampa sus carnes contra el pasto, sin librarse de algún raspón de las piedras omnipresentes, eso si, de escasa relevancia, pero con el honor dolorido, y preocupado ante el reto que se presenta, salvar los 500 metros de desnivel que faltan de vuelta, sin sillín, asunto que además de incomodo, pone en riesgo la integridad y la virginidad del biker. Pocos casos se conocen que hayan superado el reto con dignidad.
Hábiles estuvieron mis compañeros, tirando de unos desmontables, y de mucho ingenio, de hecho nos encontrábamos sin saberlo en el camino del Ingeniero, dieron con la solución y pusieron a salvo mi reputación. Nunca estaré lo suficientemente agradecido a tan generosa labor. Va por ellos esta crónica!!!
A pesar del retraso encaramos el regreso al punto de partida, pasamos primero por San Rafael, y tras callejear y cruzar la Nacional VI, tomamos la pista que nos lleva hasta las proximidades del Río Moros. Las sombras del pinar nos ponen a salvo de los rigores de este cuarenta de mayo, y cada pedalada suma para alcanzar el puerto de los Leones.
El firme del ultimo tramo estaba roto, y picaba el gemelo como el chile, tuvimos que detenernos antes de llegar al puerto para recomponer los nutrientes perdidos, líquidos y sólidos, en un avituallamiento rápido pues la ruta tiene final con hora; rigores del bonobici.
Pasamos por la puerta del cuartel del ejercido del Aire en el alto, y nada mas rebasarlo, tenemos otro percance; la cadena de Julian decide romperse: no hay mas remedio que entrar en boxes. Los mecánicos son rápidos y al segundo intento, consiguen darle continuidad a la cadena para que haga su trabajo. La hora se nos echa encima, no da tiempo a terminar el track, llegan los recortes, la bajada la haremos por donde hemos subido, a nuestro favor en esta ocasión pues ahora es todo p´abajo.
Tomamos la pista por la que habíamos subido, y dejamos caer las bicicletas, cada uno a su ritmo. Nos detuvimos a hacer unas fotos sobre los embalses de Valmayor y la Jarosa que están justo a nuestros pies: a la derecha cuelgamuros, el valle de los caídos y los restos del caudillo.
La pista zigzaguea y en una de sus curvas nos damos de bruces con la mala noticia de la semana. Julian se desequilibra y da con sus huesos contra la pista, como un muro. Se levanta solo, pero tiene mala cara, El curi masajea y mueve el hombro, pero aquello pinta mal. El percance sucede justo en el tramo mas fácil del recorrido, y a tan solo dos kilómetros del final, sufre una caída con síntomas de rotura. Nos quedamos helados.
Final amargo para una excelente mañana de mountain bike, sabor agridulce por el final accidentado, estos percances suceden cuando menos te lo esperas, y ninguno estamos a salvo, es un riesgo que asumimos en cada salida. Los escasos 40 kilómetros de recorrido por ese entorno natural merecen mucho la pena, fuertes subidas, con sus bajadas técnicas, y obstáculos que te hacen segregar adrenalina y desconectar de la rutina. Una gozada. Deseamos una pronta recuperación al lesionado para vernos pronto rodando a su lado.
Y para terminar el vídeo del Curi, con miles de imagenes que valen mas que millones de palabras.
Palabra de polvorancus.
Nos vemos en la próxima.
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