Para muchos podía ser un domingo cualquiera, pero para él se trataba de un domingo especial, uno de sus últimos domingos. Desde su balcón y sobre el mantel de tela blanco, el servicio le lleva el desayuno mientras disfruta del amanecer en el Pardo de Madrid. Desde allí, con vistas privilegiadas, se divisa todo el monte, un coto privilegiado escogido por monarcas y caudillos como lugar de disfrute de su tiempo libre.
En el parking de Somontes se ve como llegan uno a uno un grupo de ciclistas, los homo polvorancus, que acuden a su cita dominical con la bicicleta, esta vez para respirar por el monte del Pardo de Madrid.
El anciano, aunque tiene la vista cansada, y a veces ni siquiera puede leer los textos de los discursos que le preparan, afina la vista para escudriñar el maillot que diseñó Towers, y le gusta, respira tranquilo, ha visto estampada la bandera constitucional.
Se montan en las bicis y pasan de largo para tomar el camino que discurre paralelo al río Manzanares, que caudaloso en este punto pone el frescor de esta mañana primaveral. Paralelos al río discurren conversando y poniéndose al día de lo que ha pasado esta semana. Conversaciones banales, típicas de bikers, el eterno debate del tamaño de la rueda es uno de los preferidos ultimamente.
Este tramo es suave, y finito, concluye al borde del embalse del Pardo. Retroceden y vuelven, cruzan el río y pasean por las calles del Pardo, bordean su palacio y de nuevo se ve que se adentran en el monte. Vienen los cerros, la senda estrecha y alguna que otra rampa picante, toca levantarse en la bici, las piernas empiezan a picar: el homo polvorancus suda.
Cruzan el muro que protege al pardo y por pista se llega con facilidad a la carretera de Colmenar, y Valdelatas; el track se entrelaza con bucles y zig-zags para sacar el máximo partido a la zona; no queda ningún rincón por explorar.
Llega el momento plátano, con foto grupal, esta vez con manillar de por medio, y la vuelta al punto de origen por un track a veces cortado con vallas y puertas cerradas a cal y canto con candados.
El anciano rey, a esta hora ya está con el aperitivo, ve llegar los bikers al parking, sanos y salvos, tan solo Jotajoselu viene esta vez herido, una punta de hierro le ha roto el maillot y le ha provocado una herida que requerirá inyección antitetánica: aún y con esas, llegan pletóricos, sonriendo, se ve que la ruta ha estado guapa.
Su majestad en ese momento, con los ojos llorosos y mirando al cielo piensa "...daría mi reino por tener 40 años menos y poder pegarme una ruta en bicicleta con los polvorancus y disfrutar de una mañana como esta subido en una bicicleta...". No pudo quitarse esa idea de la cabeza.
Por todos es sabido que al día siguiente abdicó.
Nos vemos en la próxima.
by blogger.
fotografia Biker-nass.
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