lunes, 29 de octubre de 2012

No ganamos para sustos...

La verdad es que frío hacía un rato, este domingo por la mañana los termómetros nos despertaron con una gélida temperatura pero disfrutamos de una atmósfera limpia y un sol brillante que ayudó bastante en la escapada por el Cañón del Río Guadalix. 
No eramos los únicos bikers que se les ocurrió pedalear por este paraje hoy domingo, y a primera hora, el parking del polideportivo de El Molar estaba abarrotao. 

Acudimos cuatro, bien abrigados, nos lanzamos por las rampas de aquellas tierras, y gastamos los primeros comodines de la ruta, el comodín de "la cuesta abajo", pues arrancamos bajando, y el comodín del "aire a favor" pues lo llevábamos detrás empujando. A pesar de ello no podíamos aventurarnos en estos caminos desconocidos a gran velocidad, pues cualquier error te llevaba por un barranco del que solo se sube en camilla, así pues, cuidadin cuidadin. Aun con esas, este que escribe en uno de los primeros repechos, y asustado por el agarre del pedal automático tuve que tirarme hacia un lado del camino, pues este estaba lleno de piedras fijas al suelo que no te dejaban apenas margen de maniobra.  Fue el primer aviso, pero a pesar de ello,  a tan solo 100 metros, hubo un segundo aviso,  ya mas serio: la rueda delantera se clavó y salto con doble tirabuzón,  en el parte de lesiones solo una uña despegada.

Sin importancia, seguimos disfrutando el paisaje, del aire, del silencio. Solo se podían oír los ruidos de los neumáticos en el camino, golpes sordos sobre la piedra,  tanto árbol absorbía las ondas sonoras, y nos mostraba a nosotros solos en medio de la naturaleza. Y ahí vino el siguiente susto, dos ciervas que se cruzan en el camino, nos descubren ya cerca, se asustan, y al gritarlas suben cerro arriba clavando las pezuñas en el suelo aún húmedo por el relente de la noche.  Maravillas de la naturaleza, seguimos rodando disfrutando del río. Avandonamos el camino empedrado y tomamos un tramo con asfalto antiguo, de aquellos asfaltos que llevan decenas de años sin repasar, abandonados en los presupuestos del estado. Y después un camino de tierra, que parecía mas seguro, desde luego mas cómodo, las piernas ya han entrado en calor, y se camina cómodamente. En esas Bk-nass baja la guardia, y aprovecha para beber agua, y zassss, golpe sordo contra el suelo, apenas nos enteramos, lo echamos en falta unos metros mas adelante. Susto en el que se rompe la base para llevar la pda con la ruta. Con la rodilla dolida este hombre nos lleva a la fuerte subida que nos espera, cogemos altura, toda la que habíamos bajado hasta ahora. Ya vamos sin comodines, y aqui el comodín del público no sirve.


Alvaro tira del grupo, nos quedamos atrás los cuñaos, 6 kilómetros con tramos de fuerte pendiente, el sol no calienta aún, pero el aire lo notamos de cara. Marcamos cada uno su ritmo, y para arriba.  Durante la subida, nos cruzamos con vacas, toros mansos, que al principio nos asustan, pero pacen tranquilamente. Coronamos, y llegamos incluso a cruzarnos con un potro de apenas unas semanas. Un momento delicado llega cuando un cartel nos advierte de que hay una tortillera con parrilla en la zona: ¿nos dará con la parrilla en la cabeza? Espero que no, pero vamos, estamos nosotros ahora como para barbacoas. 

Que susto!!!!!


Aunque habíamos cogido altura, aún la ruta nos exigía en ciertos repechos; pusimos rumbo a la presa de Pedrezuela, de camino nos maravillamos unos instantes disfrutando del vuelo de tres águilas que elegantes sobrevolaban en la zona. Y llegamos a la presa, nos encontramos con la valla de entrada cerrada, pero el seguridad se tomó la molestia de venir a indicarnos que podíamos atravesar la valla y llegar a la presa. Numerosas rutas atraviesan la presa.
sobre la presa.

 Y cruzamos la presa, y fotos de rigor y seguimos nuestro camino ya casi de regreso al Molar donde habíamos aparcado los coches a primera hora.
Aunque estaba previsto llegar al Vellón, nos apartamos y lo dejamos pendiente para la próxima ocasión que sin duda volveremos. Se nos ha echado el tiempo encima. 



Fueron 35 kilómetros de una ruta exigente en plena naturaleza; una excelente forma de disfrutar de la bicicleta, de la naturaleza y como no como siempre de la compañía. 
Vamos a pensar la siguiente. 







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